La Barbarie del Espectáculo Humano
Siempre he aborrecido el boxeo por su crudeza inherente, y la tauromaquia me repele por su brutalidad animal. Incluso la equitación me incomoda. ¿Soy demasiado blando? Quizás. Lo que sí tengo claro es que la humanidad avanza hacia su propia destrucción, estancada en un camino de salvajismo. La evolución humana parece haberse detenido.
Hoy, tanto entre los jóvenes como entre los "maduritos" —sean estos ciudadanos del mundo o de pueblo— ha prendido la chispa por un deporte brutal, una amalgama de disciplinas donde el KO o la misma muerte otorgan la victoria. Su máximo exponente es un tal Topuria. Lo presencié en televisión, sí, lo exhiben en horario infantil durante el telediario. Vi cómo noqueaba a su adversario y, una vez en la lona, continuaba golpeándolo con una furia desmedida. Si a esto se le llama deporte, que baje Dios y lo vea. Mi mente solo podía formular una pregunta: ¿quería matarlo? Y si no, ¿qué pretendía con tal exhibición? En resumen, me recordó a un gorila recién bajado del árbol.
Lo más preocupante es cómo avanzamos en estos deportes de contacto. Temo que sean una suerte de selección natural de individuos que, por alguna razón, poco o nada aportan a la humanidad. No los imagino como gente "normal", ni tan siquiera como obreros o campesinos. Difícilmente veo a quienes se dedican a esto convertirse en filósofos, astrónomos o neurólogos.
No está lejos el día en que gran parte de la humanidad se deleitará en la plaza pública, observando a personas "seleccionadas" —según dicte la evolución del neoliberalismo— ser devoradas por fieras o luchando entre sí con armas por la supervivencia, o quién sabe por qué. Será un rotundo regreso al pasado, a donde inexorablemente nos dirigimos, un espectáculo que sin duda será conocido como los nuevos juegos romanos.
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