Sabéis que estamos en un mundo de locos donde las nuevas tecnologías, aparte de aborregarnos y hacernos mucho más tontos y gilipollas, a alguno de nosotros nos está desplazando de casi todo, nos complican la vida y nos empujan al lexatín, que es como saber latín pero colocado. Para cualquier mierda tenemos una aplicación; que nos sale una mancha como el mapa físico de Marruecos, hacemos una foto y una app hecha por "dermatólogos sin frontera que te sacan los cuartos", te dice que esa mancha no es del Magreb, pero que sí es el mapa de La Rioja. Que la orina te sale irisada, foto que te crio y la app de Riñones al Jerez S.A. te dice qué pastillas tomar de sus buenísimos tratamientos contra las enfermedades renales (por favor, doctores y doctorcitas, recétenlas - espacio patrocinado por esta marca de investigación farmacéutica).
Y el otro día pude presenciar a un buen hombre, a un buenísimo hombre, amante de la ley y el orden, perder la razón al enfrentarse a la jungla de un cajero de La Caixa. Domingo 14:00 hora zulú, me dispongo a hacer un ingreso, como hago casi todos los días y por eso ya lo domino. Un hombre hablando con la central de cajeros de esta entidad bancaria solucionando un problema de esto que tenemos a diario. La teleoperadora muy maja, muy buena gente, y con mucha psicología, ya que para ella era un reto explicar cómo se manejan ciertas funciones del cajero automático a una oveja merina. Pues bien, problema solucionado y, a continuación, dice la amable señorita que pastoreaba al hombre: "Y ahora recibirá una encuesta automatizada del servicio que le he prestado", y este es el resultado:
La IA - para hacer la encuesta marque su número de DNI (esto es lo que utiliza el Ministerio del Interior para marcar a sus reses porque el hierro incandescente atenta contra los derechos humanos). El hombre, muy buen hombre, marca obedientemente su número de registro. La máquina de los huevos ya empieza a tocar los cojones y le pregunta:
"¿Qué grado de satisfacción tiene con el servicio?". Yo le hubiera dicho un menú Whopper sin pepinillo o una hamburguesa vegetariana con beicon (¡que estamos en España, cojones!). Y el hombre, con un soponcio de narices, sudando como un esclavo en una galera romana, le dice: "¿Qué tengo que decir aquí?". Varias veces tuvo que repetir este mantra como si hubiera estado siete años en el Tíbet.
Yo, que soy una buena persona, le dije: "Tiene que utilizar el teclado alfanumérico (¡flipas qué pedazo de palabra utilicé!) de tu teléfono móvil para contestar en la escala que les está diciendo la amable máquina", porque era muy amable y dulce. Os quiero aclarar que muchas veces uso este tipo de lenguaje para parecer listo a pesar de ser un mendrugo de pan duro, porque ya me lo decía mi madre en mi época estudiantil al ver mis notas y las de mi hermano: "Vais a ser unos destripaterrones los dos". Mi madre, como siempre, acertó.
Aun así, el hombre seguía agobiado y yo, previendo que esto podría ir a más, pedí un médico y un desfibrilador, pero al parecer el hombre, ya al borde de un ataque de nervios más un ictus, supo por fin dar a la tecla apropiada.
Fue tal la alegría que me produjo saber que lo había conseguido que entré en modo relajación, que es como poner el modo avión en el móvil, descansando plácidamente no sin antes atufarme de alcohol y drogas durante unas horas. Para que lo sepáis, fue tal el gozo que experimenté que me recordaba a cuando nombran al nuevo Papa y sale a la plaza de San Pedro.
El hombre satisfecho marchó a su casa con la ropa empapada de un sudor frío (estábamos a tres grados) y le diría a su pareja: "¡Lo he conseguido! He arreglado lo del banco". A lo que ella le dijo: "¡Anselmo! Ya vienes del bar con tus amigos, borrachuzo, mira cómo viene el muy canalla, cualquier día cojo la maleta y me voy con mi madre". "No sé cómo, si está muerta a Dios gracias", mascullaba él, "me vas a enterrar...". Frases de cariño de cualquier matrimonio, vamos.
Esto es un día normal en mi pequeño mundo de sardina que tengo.
PD. Querida Caixa, iros a tomar por el culo y dejadnos vivir alejados de vuestras mierdas. Gracias (por nada, cabrones).
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