Pero existen; mirad las mariquitas de la fotografía, y si este insecto las tiene, ¿por qué razón no las va a tener, por ejemplo, el tonto del pueblo (en todos los pueblos hay un tonto y normalmente coincide con el alcalde o, en su defecto, algún concejal)?
Tengo un compañero del laburo, como dicen los argentinos, al que le sobran. Es una máquina de generar feromonas y perfectamente podría donar. Es tal su efecto que cuando entra en un coche que no es el suyo, se queda impregnado siete días como poco, generando situaciones difíciles para un ser humano normal como yo. Muchas veces, cuando pasamos por un grupo de hombres y mujeres, le digo que mueva los brazos como si estuviera volando para esparcir su olor en el enjambre humano que allí está, pensando que para eso soy humano, que este elixir se encuentra en la sobaquera (no confundir con olor a cuadra de sudor). No falla: alguno o alguna se fija en él. Es un peligro humano.
Ya saben, doctorcitos y doctorcitas, hagan los papeles que tengan que hacer para que en el sistema público de salud se puedan donar feromonas, ya que eliminaríamos muchas tensiones sociales innecesarias.
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