No, no es como la graciosa peli de Jacques Tati, Día de fiesta (1949). Tampoco es uno de esos días borrascosos de verano o principios de otoño. Para mí, es un día horroroso de radiografía por problemas lumbares... La edad, ya sabes, no perdona, por eso nos jubilan.
Tengo una aversión natural al médico, y más aún a que me miren por dentro con esos aparatos tan feos. Si no recuerdo mal, me habré hecho unas tres radiografías en mi vida. La primera fue de niño, porque mi madre, que era una gran madre, creía a ciegas en la medicina moderna. Sinceramente, si hubiera tenido un aparato de rayos en casa, después de la merienda, al volver del colegio, nos habría hecho una a diario.
Lo más parecido a esa técnica de diagnóstico era una cosa rarísima: un aparato enorme al que teníamos que subirnos, pegar el pecho a un cristal opaco, un fogonazo y listo. Esa fue en la escuela, como llamábamos al colegio los que somos de pueblo. La siguiente fue en la mili, y todavía acuerdo a mi sargento, un adiestrador de reclutas, que nos gritaba: "¡Sacad el pecho como si fuerais un palomo y pegadlo al cristal!". Cinco días después, llamaban a los soldados con alguna anomalía a la enfermería, y, por lo que sé, había casos de tuberculosis. Ese sistema, que era como una foto de carné pero del pecho del soldado español que no le teme a nada, se llamaba Fotoseriación (y sí, el corrector se empeña en cambiarlo por "fotodepilación", que obviamente no tiene nada que ver).
Ahora estamos en otra era y en la ¡tierra de la libertad!, Madrid, donde todo va tan deprisa que los hospitales parecen fábricas. Hoy, antes de mi sesión de apenas treinta segundos, me tomé mi correspondiente Lexatin para calmar el ardor guerrero que uno siente al visitar cualquier cosa relacionada con la salud. Tuve la sensación de ser un chuletón poco hecho: "póngase boca arriba* (tendido supino con el pino para arriba), "ahora de lado". Solo faltaban unas patatas panaderas para ser un plato suculento y de los caros.
Gracias a mi gente, que lleva dándome ánimos desde hace un mes —sintiendo su aliento como los ciclistas del Tour subiendo el Tourmalet—, fui capaz de superar esta prueba. Porque yo, aunque no lo parezca, soy un mierdecilla acojonado con estas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario