martes, 24 de septiembre de 2024

61 - DESODORANTE, CUALQUIERA, EL QUE SEA, NO ME IMPORTA, HASTA EL OTRO DÍA


 

El mundo del desodorante es un lugar inhóspito. Cuando te adentras en el tú solo, puedes ser abducido por una indecisión de tal magnitud de la que es difícil salir,  y salir de una pieza aún más. 

Lo hice, a porta gayola, contra todos los elementos del consumo y del capitalismo salvaje. No os exagero pero en el estand de Mercadona solo de la marca Nivea sino había más diez tipos no había ninguno, y si sumamos esto  otras marcas aquello es una orgía contra el mal olor a sobacuzo (que falta hace una campaña del gobierno contra el mismo ya, que vamos tarde). 

Tiré de mi capacidad de raciocinio y moviendo los dedos como un prestidigitador elegí el que más idóneo para mi piel,  mi forma de ser, y más acorde con mis principios conservacionistas del medio ambiente. Total, elegí uno ecológico sin saber porque era respetuoso con el medio ambiente pensando que tal vez estaba hecho con hojas de parra machacadas, agua, aceite de oliva, algo de pimentón, y barro de la orilla de cualquier characa hispana con ranas,  y sinceramente, no sé si era ecológico pero el resultado fue catastrófico. A las tres horas un olor nauseabundo se apoderó de mí (olor a paleolítico) en mi jornada laboral y me hizo volver  a otra tienda a elegir otro de Nivea pero más químico. Hasta que pude solventar en asunto me apartaba de la humanidad como el que tiene la lepra (como en Ben-Hur)  y solo me hacia falta llevar colgada una campanilla al cuello para ir advirtiendo al populacho de mí presencia aunque esto no hacía falta por el olor que iba dejando. Si hubiera sido liebre la intensidad del  rastro hubiera sido tal que no hubiera hecho falta ni perro a un cazador con experiencia y hoy estaría muerto de un perdigonazo.  

El ecológico se lo daré a mi amigo Javi que tiene gato y lo mismo perfuma el mismo cuando vuelve de sus escapadas matinales, que a mi no me vale. Es por no tirarlo.   

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